Besándolo a él, me acordé de ti. ¡Qué raro fue tu recuerdo! Tan inesperado, tan preciso, tan espontáneo. Sus labios, carnosos. Su habilidad, destacable. Y su pasión, efervescente. Lo realmente diferente – claro, entre una gran variedad de cosas – era su estatura. Él medía más de 1.80 y tú tienes casi el mismo metro y sesenta centímetros que yo. La verdad siempre fuiste muy bajo.
Siendo honesta, nunca pensé que quince años más tarde volverías a cruzarte por mi mente. Jamás imaginé que se pudiera revivir la misma sensación de manera tan exacta con otra persona. Y es que, pensándolo bien, no tenías por qué haber regresado. Todo fue tan distinto, y eso lo hace aún más intrigante.
A él lo besé en una rumba, a ti en un garaje. Con él estábamos rodeados de gente, contigo estábamos completamente solos. Mientras lo besaba no podía escuchar nada distinto a la última canción de J Balvin reventando mis oídos. Mientras te besaba a ti, podía escucharlo todo: nuestros labios abriéndose y cerrándose al compás del beso, el latir a mil por hora de mi corazón, y tu respiración estrellándose contra mis mejillas. Había tanto silencio a nuestro alrededor que pude oír hasta el sonido que hizo mi cuerpo al presionarse sobre el tuyo cuando me tomaste de la cintura y me acercaste a ti.
No sé por qué apareciste en mi mente, y en realidad, no tengo ningún interés en descifrarlo. Al final del día, creo que siempre serás un lugar al que volveré cada tanto. Para nadie es un secreto que nunca se olvida por completo a aquél que te dio tu primer beso.