Durante la cuenta regresiva del 31 de diciembre, Charlie devoraba velozmente sus doce uvas. Conforme a la tradición, pedía un deseo cada vez que ponía una de ellas en su boca. Superar las dificultades en el trabajo había sido su primera petición, tener disciplina para nutrir su espiritualidad a través de las clases de yoga que ya había pagado fue su segunda solicitud. Las diez uvas restantes, sin embargo, las destinó en su totalidad a lo que en realidad anhelaba con todo su corazón: encontrar un amor sincero que le quisiera para toda la vida.