La brisa revolvía su pelo, el cemento sostenía sus pies y su celular recibía la fija mirada de sus ojos. Observaba los ‘me gusta’ de su post en Instagram y las historias perfectas de sus amigas virtuales. Siempre había sentido envidia de esas mujeres. No eran más que lobas vestidas de oveja.
Bianca nunca había encajado. No era bella, no tenía un príncipe azul ni era profesionalmente exitosa, pero en esta red se había reinventado. Su cuenta tenía el mayor número de seguidores. Sabía perfectamente que sólo bastaba el ángulo correcto para que la foto contara la mejor historia.